En esta reiterada búsqueda o redescubrimiento de la realidad histórica, Sara proyecta, con economía de elementos, una mirada totalizadora y englobante del entorno espacial y temporal, en un gesto que abarca las potencialidades de los materiales el sentido de los motivos que descifra, marcada por la sobriedad es al mimo tiempo barroca en el sentido subrayado por Borges: Barroca es la palabra que agota en su despliegue semántico todas sus posibilidades expresivas…

Sin mezclas, sin barnices, mostrando su autentica riqueza, sus posibilidades infinitas; las mujeres – casas de Sara Palacios son una síntesis de su pensamiento, de su trayectoria, de su condición femenina solidaria y audaz. Cada tejita que se enreda o se desliza por los cabellos de las mujeres casas de esta joven autora, cada repliegue que puede ser falda de piel o de adobe, nos lleva a esta esencial simbiosis que no nos es extraña, que la captamos como algo real y que ha sido casi consustancial al ser femenino universal…

 Lo primero que sorprende en esta exposición es la representación de la mujer inserta en lo que convencionalmente se ha concebido como un espacio habitual, la casa… adquiere una dimensión proclive a la reflexión en la obra de Sara Palacios, pues sus personajes no recuerdan encerramientos, ansiedades sumisión, conformidad, comodidades, manos extendidas y búsqueda de libertad. todo ello con la nobleza de un material propio que identifica la verdadera naturaleza: el barro cocido en la cerámica, no para el ornamento, nunca para la industria y siempre para recordarnos que la mujer es parte del reencuentro con la naturaleza. Estas esculturas provocaron en meses pasados honda conmoción entre docenas de espectadores que asistieron al Museo de Arte Moderno en Quito. se oyeron diversos comentarios, unas enfrentando con pavor su propia realidad, otras ensayando discursos feministas y algunas polemizando con la autora acerca de la voracidad de los conflictos.

Al vincularse a los textos los dibujos activan la resonancia de nuestro propio bosque secreto, establecen dentro del libro un movimiento incesante y una agilidad sin tregua; el prodigioso silencio de una música y acrecienta, cada vez que desanudamos el mecatillo, abrimos el libro y entramos nuevamente en esta casa bosque, seguros de que habremos de quedarnos en ella hasta el final de nuestros días.